Desde un rincón escondido del frío del invierno, lleno
de sueños y dispuesto a luchar, deja
atrás la generosa codicia.
Yo quisiera ofrecerte mis ojos, mi voz, mis sentidos. Que
los sientas, que los sufras y que tus manos, unidoras de figuras, destellen y
describan los relatos que mi mirada chispea entre cuartillas de grana. Un arduo
trabajo te espera. Contigo es posible que la historia que se vea reflejada en
tu gloria. Tu corazón será cómplice realizar, porque tú lo haces tuyo y lo
compartes con la divinidad.
Después de domesticar la fiera, la bestia que en tu
interior se hallaba, triunfó la razón. Tienes en tus manos el todo y la nada ¡Lánzate
a los abismos compartidos, puede que allí encuentres la ilusión!
Este tren que te ofrezco es rápido e intranquilo,
deseable y torpe, cuestionable y lacónico, lento de viajeros, de mercancía
sublime, seguro y fiel.
Es verdad que para buscar la perfección sólo necesitas
ir a la propia naturaleza… Pero algo le falta.
Ese toque. Ese espejo. Ese resplandor sólo posible
cuando la luz del sol se posa sobre tu cuerpo, brotando cual manantial de fuego.
Incrédulos, mis ojos se pierden con ella por los confines de la dicha…
Descubierto ya su corazón, calladamente su viaje
comenzó, consciente de que ya no es cualquier señuelo al alcance de su mano,
porque comienza a ser él mismo, arropado por la sombra de su estrella. Es verdad
que sus ojos se consumen y que se desgastan enfermedad que le llamará a su propia
muerte, pero seguirá mirando a la oscuridad.
No puede haber futuro ni vida en la tinieblas, el
futuro y la vida está con ella… dentro de su adentro correosa cual fiera…
¿Cómo se despide uno para siempre de la mujer a la que
ama sin dejarse la vida hecha jirones, llena de heridas incurables? No es
posible dejar tu propia carne llena de sueños y pletórica se sangre cuando
pones sobre la balanza sueños y cualidades. ¿Cómo puedo ser yo mismo el verdugo
de mi propio cuerpo?
Quizás sea como un
pequeñito pajarillo que forma parte del paisaje sin miedo a cantarle a
la vida con sus trinos… Melodías cuantiosas se notan estridentes, repletas de
lujuriosas florecillas que manan de los campos de hierba jugosa, fresca en la
primavera de una vida… su propia vida, que resumida brota cada primavera del
verde pasto de su corazón.
Antonio Molina Medina